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Un costal, los gallitos y un plantólogo ¿qué tienen en común?

Por: Rafael Grajeda-Estrada


Resumen

En Guatemala, la biología inició como carrera en los años 70, específicamente en la Universidad del Valle (UVG), por los doctores Margaret y Michael Dix. Hace 40 años, se enamoraron de la riqueza natural del país, una pasión que siguen transmitiendo en la actualidad y por la cual, ya hay un gremio de biólogos. De ellos han aprendido muchas cohortes de la UVG. A pesar de que mis catedráticos fueron los que en algún momento fueron sus estudiantes, todavía he aprendido mucho de los doctores. Mi afición por las plantas me acercó a ellos, sin saber que todavía estaban dispuestos a compartir todo su conocimiento. Tuve la oportunidad de aprender y seguir aprendiendo sobre las orquídeas y bromelias del país, colaborar con ellos en artículos científicos y que asesorarán mi trabajo de graduación. Pero… ¿qué tiene que ver esto con un costal, los gallitos y un plantólogo? Lo podrán encontrar en el siguiente relato.

 

Para todas las personas que han estudiado biología en la Universidad del Valle de Guatemala, han aprendido, conocen, escuchado o visto a los doctores Dix...

Y ¿cómo no saber de Margaret y Michael? si por ellos tenemos la oportunidad de estudiar esta carrera. En los años 70 los llamaron por parte de la universidad para iniciar la licenciatura en biología. Pero esa es una historia que no voy a contar aquí porque solo va creciendo y creciendo con cada año, estudiante y aventura que se van añadiendo a lo que ellos iniciaron hace más 40 años. Voy a contar como fue que los conocí y que, sin darme clases, he aprendido mucho de ellos.

Durante mi tercer año de universidad, fuimos con unos compañeros a una finca en Alta Verapaz por el gusto de viajar, visitar lugares nuevos de Guatemala y conocer más de la biodiversidad del país. Para esa época ya sabía que me encantaban las plantas y me gustaba trabajar con ellas. Entonces yo fui a ese viaje con la idea de tomarle fotos a las plantas y colectar algunas para llevarlas al herbario UVAL. Al tiempo de haber regresado, yo pasaba mis tardes identificando las plantas de ese viaje y dentro de las fotografías había orquídeas que no sabía ni cómo empezar a identificarlas. Averiguando que especies podían ser, me dijeron que si algún día el doctor llegaba al herbario, le podía preguntar a él. Cuando un día inesperadamente llega un señor con un costal, dentro de este llevaba plantas recién cortadas, frascos con formol, un cuardernito de campo y un lapicero… ¡el doctor Dix! Era mi oportunidad para quitarme la duda de las orquídeas que había fotografiado.

Muy emocionado le muestro las fotos, las revisa y me pregunta: “¿cómo olía?”. En primer lugar, los que han platicado con el doctor saben que habla una mezcla del inglés y español, difícil de comprender para los que no tienen el oído entrenado, habilidad que se afina con los años. En segundo lugar, obviamente no había olido la planta y al parecer esa planta pertenece al complejo Epidendrum difforme y el olor es la característica diagnóstica de una de las 6 especies presentes en Guatemala (Pfahl, 2020). A partir de ese momento, supe que tenía que mejorar mis habilidades de fotografía para lograr captar las características de los especímenes que quiero identificar, colectar con los permisos necesarios, y alimentar las colecciones del herbario para tener más información sobre la Flora del país.

Conforme iba pasando el tiempo, poco a poco, me acerqué al mundo de las orquídeas y bromelias; aprendiendo tanto de los doctores Dix, como de las que alguna vez fueron sus estudiantes: Mayra Maldonado y María Renée Álvarez. Fui familiarizándome con estos grupos y me di cuenta de que me gustan las interacciones ecológicas de plantas con otros organismos, como las especies epífitas, porque nos muestran que todos formamos parte de un ecosistema. Comúnmente, se cree que las epífitas son también parásitas que roban nutrientes del árbol en el que se encuentran. Pero no, estos organismos únicamente se adhieren a la corteza y obtienen los nutrientes que necesitan para crecer a partir del aire, la materia en descomposición de la superficie y la lluvia (Chaves, Dyonisio y Rossato, 2016).


Uno de los acontecimientos que me motivaron a trabajar con estas plantas fue en mi cuarto año de carrera, durante una gira de campo. Con unos amigos, encontramos una orquídea bastante llamativa. Por el contacto que ya teníamos con los doctores Dix, les preguntamos sobre su identidad. Nos dijeron que era Sobralia amabilis pero les pareció curiosa su localidad en las montañas de Pamac II, San Cristóbal Verapaz, Alta Verapaz. Recopilando más información sobre la especie, nos dimos cuenta de que este registro corresponde a la observación situada más al norte de toda la distribución de esta especie centroamericana y que se encuentra a casi 170 km de los registros más cercanos en la frontera de Guatemala con El Salvador y Honduras (Grajeda-Estrada et al. 2020). Cabe mencionar que esta fue mi primera publicación científica, junto a muy buenos amigos, mentoras y la reconocida orquideóloga guatemalteca Margaret Dix.

Mi gusto por las epífitas se fue afianzando, no solo porque todavía hay mucho por descubrir en el país, también por lo peculiares que pueden ser y su valor ecológico. Su potencial ornamental puede servir como una estrategia de manejo sostenible y conservación, ya que muchas de estas especies están amenazadas por el cambio climático, deforestación, eliminación de árboles hospederos y su extracción ilegal. Por ejemplo, las bromelias del género Tillandsia o “gallitos” son utilizadas para la elaboración de “nacimientos” en la temporada navideña. Generalmente, los vendedores extraen las plantas silvestres del bosque (Mondragón-Chaparro y Ticktin, 2011). A pesar de que hay especies incluidas en el Listado de Especies Amenazadas del CONAP, el aprovechamiento de estos individuos no es regulado ni monitoreado (CONAP, 2009). Además, existen estrategias de manejo sostenible y comunitario para la producción de gallitos que no se han aplicado aún en Guatemala.


Estas estrategias consisten en obtener el píe de cría únicamente a partir de los individuos que caen al suelo del bosque. De no ser relocalizadas, estas plantas morirían por el exceso de humedad o escasez de luz. De modo que, durante el año se pueden colectar, estimular para la producción de propágulos (plantas hijas) y tener suficiente producto en la época navideña. Se venderían a un mayor precio, se obtendría más plantas y se asegura el mantenimiento de las poblaciones naturales. Esta es una de todas las amenazas que enfrentan muchos grupos de plantas no maderables que son aprovechadas del bosque, sin un plan de manejo o monitoreo.

Todo esto me llevó a mi trabajado de graduación, una combinación de la rama de la biología que me gustaba (el plantólogo), una de mis familias favoritas de plantas y el trabajo con colecciones biológicas. No lo pude haber logrado sin el asesoramiento de personas expertas en el tema. Con la ayuda de los doctores Dix y de María Renée, logré completar este trabajo que estoy seguro no se va a quedar allí. De las cosas interesantes que logré observar es que la digitalización de las colecciones es un proceso lento pero necesario, ya que puede ser utilizado para analizar diferentes datos y tomar decisiones sobre nuestros recursos naturales, centros de biodiversidad y estrategias de conservación, con el fin de reducir los efectos que tenemos sobre la naturaleza. Trabajé con la actualización del listado de bromelias (Bromeliaceae) para el país, un grupo que representa el 1.5% aproximado de la flora nacional y que no se ha trabajado desde hace más de 10 años (Dix y Dix, 2006). Por lo tanto, hay cambios grandes en la clasificación y nuevas especies descritas. Además, hay confusión en la identificación de algunas por la claridad y disponibilidad de claves de identificación que incluyan todas las especies presentes en Guatemala. Incluso, una problemática que se presenta como un posible estudio a futuro es el análisis molecular de poblaciones que pueden o presentan formas intermedias entre especies similares. Por último, observé vacíos de información tanto en especies y regiones poco colectadas. Entonces, se debe ampliar el muestreo para determinar la riqueza de esos lugares con mayor detalle y comprender mejor la riqueza de esta familia a nivel nacional. Si, esto sucede con una familia de plantas presentes en el país, ¿cómo estará la información correspondiente a las otras familias, el restante 98.5%? Esto nos debe motivar a entender y describir mejor la Flora de Guatemala, “El país de muchos árboles”, uno de los 20 países megadiversos del mundo, que tiene una riqueza natural que ha sido utilizada y protegida por mayas desde hace mucho tiempo. De esta manera, podemos estar en armonía con la naturaleza, cuidarla y recuperarla, vivir y no sobrevivir, y recordarnos que también somos parte del ecosistema.


A pesar del panorama, debemos recordar que hace más de 40 años, lo poco que había de información sobre los recursos naturales del país era lo que los exploradores extranjeros venían a trabajar aquí. De no ser por Margaret y Michael Dix para la UVG y Mario Dary para la USAC, no habría biólogos en Guatemala. Gracias, especialmente a los doctores, por darnos esa oportunidad, por enseñarnos de ese país rico en biodiversidad del cuál ellos se enamoraron y por dejarnos a todos esa pasión por la naturaleza que nos mueve a ser parte del cambio que el planeta y Guatemala necesitan.




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